Las certificaciones para que se puedan exportar productos mexicanos a diversos países, entre ellos a Estados Unidos, son cada vez más duras porque el consumidor es exigente con los productos que adquiere, refirió Salvador Sánchez, socio líder de agronegocios en Deloitte México.
«Se han incorporado algunas certificaciones; para que se pueda acceder a esos mercados se deben cumplir (en aspectos) como qué cultivo (se emplea), qué tipo de agua, fertilizante, entre otros», afirmó Sánchez.
La inseguridad que ha habido en campos de aguacate también afecta el desarrollo comercial de este sector.
En este caso pueden disminuir las inversiones extranjeras para construir empacadoras en el País, agregó.
«Sin duda es un reto porque el que no haya un ambiente propicio de negocios desalienta la inversión; si tienes negocios donde hay violencia, donde se cobra el piso, pues eso desalienta», detalló.
Esto puede provocar que desacelere la exportación.
Si bien es cierto que la red de tratados comerciales que tiene México impulsan sus exportaciones, la desaparición de los organismos de promoción internacional podrían afectar esa actividad.
«Con la desaparición y disminución de organismos como ProMéxico, el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM) y Aserca, el País deberá crear una estrategia para mantener e incrementar su presencia en esos (Estados Unidos y Canadá) y otros mercados internacionales, si no podría perder mercados por falta de promoción en el exterior», explicó el analista.
Sugirió diseñar mecanismos del sector privado u organismos estatales para llenar los huecos que dejó Aserca y ProMéxico, con el fin de seguir fomentando la exportación.
Respecto al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el País enfrenta algunos retos.
Por ejemplo, se pide que los genes de las semillas sean registrados, que se lleve un control sobre ellos, pues los estadounidenses no están dispuestos a que las semillas se estén alterando, expuso.
Es decir, solicitan un registro donde se tenga un control sobre la genética de cada semilla, con el fin de que no sea modificada y explotada comercialmente sin el consentimiento de la empresa que desarrolló esa tecnología, como es el caso de Monsanto.
«Con este tratado se aceptan derechos de propiedad intelectual, concediendo propiedad sobre los cultivos mediante patentes vegetales denominados ‘derechos del obtentor’ firmando el UPOV 91 de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) de Ginebra, un sistema de protección de variedades vegetales. Sólo el obtentor de una nueva variedad vegetal puede proteger esa nueva variedad vegetal», concluyó.
*Fuente: https://www.elmanana.com/