Las imágenes de trabajadores que ensamblan vehículos de principio a fin quedaron en el pasado en Ford México. En su lugar, hay robots que transforman piezas de lámina en puertas, costados o toldos, y en perfecta sincronía sueldan partes, pintan carrocerías o colocan parabrisas, en un claro ejemplo del avance que ha tenido la automatización en la industria en el país.
Esta transformación ocurre en todos los niveles, incluso en algunas pequeñas y medianas empresas, que se han percatado de que el uso de las nuevas tecnologías puede ayudarles a incrementar su productividad mediante procesos más precisos.
A pesar de ello, el país está a medio camino en este tema. Aún es necesario que el conocimiento y, sobre todo, el financiamiento permee en todos los ámbitos; y, para ello, son necesarias mejores políticas públicas. Así lo señala el “Índice de preparación para la automatización”, elaborado por The Economist Intelligence Unit y patrocinado por ABB, en el que México ocupa la posición 23 de 25 países evaluados en innovación, educación, mercado laboral,
El área más destacada en la adopción de procesos automatizados es la automotriz, pero también las compañías de empaquetado, metal-mecánica, alimentos, bebidas y farmacéuticas. A ellas hay que agregar a los fabricantes de electrodomésticos y de dispositivos médicos, así como a actividades que requieren de soldadura o de exposición a calor o a materiales químicos, en las que, por razones de velocidad y seguridad, su ejecución resulta riesgosa y complicada si la realizan obreros.
“Traer automatización a los procesos productivos se vuelve trascendental para asegurar que se consigan dos de las misiones principales [de la industria], que son el control de procesos y la efectividad de los mismos”, dice Carlos Mortera, director internacional para América Latina de la Asociación de Tecnologías para la Manufactura (AMT, por sus siglas en inglés).
Agrega que México es uno de los grandes consumidores de robots industriales en América Latina, por lo que mejorar y desarrollar la productividad y la capacidad de estas tecnologías representa una oportunidad de negocios para las compañías locales e internacionales.
Al comparar el grado de automatización en la industria, México aparece a media tabla, si se le coteja con Estados Unidos, Alemania o Japón, indica Mortera, quien, asimismo, calcula que, en la industria automotriz nacional, el grado de automatización es de 30 o 40%. “En la industria electrónica y de altos volúmenes, así como en la médica, en donde debes tener un parámetro de seguridad, control y de procesos muy limpios, el porcentaje y el grado de integración es mucho más alto [que en otras disciplinas]”, añade.
Pero también hay áreas en las que el país está a la par de las naciones desarrolladas, considera Manuel Sordo, gerente general para Latinoamérica de Universal Robots. “He visitado plantas en todo el mundo, tanto automotrices como farmacéuticas y de alimentos y bebidas, y no he visto una que digas: ‘¡Guau, esto se lleva por mucho a las de México!’”, afirma. Incluso, asegura haber visto en el país plantas automotrices mucho más avanzadas en automatización que en Estados Unidos.
Las plantas de Ford son un claro ejemplo de la entrada de la tecnología en la industria mexicana. Alrededor de 80% del estampado (fabricación de costados, puertas, etcétera) y de la fabricación de carrocerías la hacen robots, mientras que, en pintura, la presencia de estos equipos es de 40% y, en ensamble final, de 20%.
Las líneas de producción con maquinaria automática son el día a día en las instalaciones. De una pila son tomadas una serie de placas metálicas para, luego, colocarlas por medio de imanes en cinco etapas de prensado, las cuales van dando forma al metal hasta crear cofres, salpicaderas y techos, entre otros.
Luego viene la carrocería, que incluye la construcción del piso. En paralelo viene el subensamble de costados o de laterales (izquierdo y derecho), que incluye la estructura del vehículo y “la piel”, que es el forro exterior.
Al llegar a la estación de enmarcado, dos robots unen los dos costados y luego hacen lo propio con el techo. Después, el automóvil pasa por varias estaciones de repunteo, que implican entre 2,000 y 3,000 puntos de soldadura. Aquí intervienen robots verticales de 17 ejes con pistolas de soldadura por resistencia en la cabeza.