Ineludible el compromiso con la educación
El nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene un reto muy grande en materia de educación. México presenta fuertes limitaciones en capital humano ante la llamada revolución tecnológica 4.0 en proceso. En 2015, casi la tercera parte (31.7%) de la población adulta ocupada a nivel nacional de entre 25 y 64 años no tenía educación básica. Entre los jóvenes con edad de 15 a 29 años, esa cifra era de 19.2% (INEGI), es decir, menor a la de los adultos pero de todas formas preocupante. Estos indicadores reflejan la carencia de cobertura de la educación en la población activa, pero hay que agregar que la calidad de la educación que la población logra, en general, no responde a las exigencias de la sociedad del conocimiento hacia la cual avanzamos mundialmente.
En la práctica se están produciendo cambios muy profundos en todas las esferas productivas y sociales en la mayor parte de los países, aunque a distintos ritmos. La acelerada innovación tecnológica actual se refleja en la automatización y digitalización, al unísono con un avance disruptivo en las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), en la biotecnología, la nanotecnología, entre otras. Estos cambios se están experimentando significativamente en la manufactura avanzada en México en sectores tan relevantes como el electrónico, la aeronáutica y espacial y el sector automotriz, así como en servicios de TIC. En estos sectores los bajos salarios dejan de ser una ventaja, si la robótica y el internet de las cosas (IoT) garantizan una ejecución más precisa de los procesos productivos, los libera de errores, y provee la posibilidad de ajustar y dar mantenimiento a lo largo de toda la cadena de valor en tiempo real. ABB México calcula que entre 10 y 20% de los trabajos en líneas de ensamble en la industria automotriz ya ha sido sustituida por robots en México (“Desplaza Empleo Inteligencia Artificial”, Periódico Reforma, 03/01/2018). En servicios, pueden mencionarse los “call centers”, que si bien siguen creciendo en México, enfrentan la amenaza de los ‘chatbots’, un sistema impulsado por inteligencia artificial que atiende a usuarios a través de chats, y que tenderán a reemplazar así a los operadores de dichos centros. Pero también los servicios legales y bancarios avanzan en la robotización.
Se necesita, por tanto, no sólo un acceso generalizado de la población a todos los niveles de educación, como se propone en el programa educativo del nuevo presidente de México. Se requiere que la formación sea de mucho mejor calidad y que responda a las exigencias de la nueva tecnología, de manera que los trabajadores puedan operar en forma ciberfísica con las computadoras y tengan un dominio en TICs mucho mayor al actual. Ello permitiría ascender por la cadena de valor y ofrecer mejores empleos.
Por ahora, las transformaciones tecnológicas en México están ejerciendo una doble presión sobre el mundo laboral: se erosiona una de las ventajas comparativas más importantes del país en las últimas décadas, es decir, una mano de obra baja en calificaciones, pero abundante y de bajos salarios y que ahora tiende a ser cada vez más redundante. Y, a la vez, se requiere un nuevo talento para el emergente sistema productivo de bienes y servicios, que aún no adquiere el perfil necesario o no están disponibles en números suficientes.
La nueva ventaja competitiva que buscan todos los países en estas circunstancias de constante innovación es orientarse hacia la producción de mayor valor agregado. Se necesita cada vez más trabajadores calificados, técnicos de alto nivel y profesionistas, pero además, con capacidad de creación, de improvisación, con iniciativa, manejo de TIC y diversas competencias siempre cambiantes. He aquí el gran reto para el sistema educativo: no sólo es necesario elevar el nivel de educación para que todos tengan educación básica y media y se amplíe la proporción de jóvenes en educación media superior (cobertura de 65% en 2015, SEP) y superior y técnicos superior universitarios (cobertura de 37% en 2016/2017, ANUIES), sino que dicha educación sea de una calidad mucho mejor a la tradicional y que genere una capacidad más creativa en los jóvenes que los métodos tradicionales.
Este reto adquiere grandes proporciones si se considera que hay que conseguir la mejora del talento en un contexto adverso en el que, si bien ha aumentado la cobertura aducativa, la calidad de ésta es muy deficiente aún (en la prueba de PISA de 2015, México estaba en el lugar 25 entre 35 países) y que las posibilidades de elevar las capacidades de los trabajadores activos son limitadas, ya que el 60% del empleo se encuentra en el sector informal, sin fácil acceso a programas de educación continua, y con una formación de facto muy pobre.
Lo difícil de este desafío para México, cuando se piensa en mejor educación que conduzca a empleos de calidad, es que tiene que actuarse en muchos frentes simultáneamente para que las soluciones no sean simples parches. Entre estos están: la necesidad de superar los rezagos acumulados en educación desde pre-primaria hasta educación superior; evitar la gran tasa de deserción especialmente del nivel de educación media superior (14% en 2015, INEE); cambiar el enfoque de esta educación hacia uno que genere estudiantes no sólo de mejor nivel, sino con capacidad de crear e innovar. Al mismo tiempo, es necesario subsanar el rezago de los trabajadores activos. Esto requiere de un esfuerzo que abarca desde la preparación de trabajadores que no cuentan con educación básica hasta la formación y educación continua de manera que las personas económicamente activas asimilen nuevos conocimientos que se requieren en prácticamente todas las actividades; ello tanto en el sector formal como en el informal (en este caso, son especialmente difíciles de ubicar y enrolar en cursos de formación).
La estrategia del gobierno que recién inicia, que ha desechado la Reforma Educativa del sexenio anterior, no ha especificado cómo abordará la mayor parte de estos grandes pendientes para colocar a México en una posición que prepare a su población en esta etapa de profundos cambios tecnológicos. Existen dos propuestas importantes, por el momento: la creación del Centro de Revaloración de Magisterios y la Mejora Continua de la Educación, cuyas funciones no están bien definidas aún, y el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro, apoyo dirigido especialmente a los jóvenes que no estudian ni trabajan, para que 2,300,000 de ellos puedan incorporarse como aprendices a empresas por un año, lo cual los acercaría al mundo del trabajo formal con una capacitación obtenida en las empresas. También contempla becas para que 300,000 jóvenes puedan estudiar.
La tarea por delante es muy diversa, compleja y vasta, pero además necesita pensarse como una misión trans-sexenal pues una mejor educación sólo se puede lograr con medidas coherentes, consistentes y de largo plazo.